Un poco más de fenomenología

1 May


La fenomenología fue retomada por varios y fue en el ejercicio y producto de esta que se le fue dando distintos matices, acercamiento y teorías a las cuestiones fundamentales que aquejan y fascinan a la fenomenología y a todo el conocimiento en general. Del esta escuela husserliana se desprendió posteriormente autores como Zubiri, Sartre, Merleau-Ponty y Heidegger entre otros. Pero, independientemente de los diversos matices que le imprimieron a la fenomenología los diversos autores, todos ellos se fueron topando con los mismos problemas fundamentales que aquejan a la fenomenología.

El primer problema es aquel que surge cuando nos preguntamos acerca del punto hasta donde se puede realmente hacer una epoché. La epoché, implica ponerle pausa a todo el mundo que quede fuera del paréntesis. Es decir, todo lo que creemos que compone a la realidad debe de ser puesto en segunda posición para dejar que la realidad nos hable en primera instancia, desde sí misma. Hacer epoché es callar para que la cosa hable primero. Pero esto es problemático. Como lo señaló con firmeza la tradición hermenéutica, los supuestos y prejuicios con los que se cargan, están presente a priori en la apreciación del fenómeno. Entonces, ¿cómo hacer para no confundir nuestra voz con la voz de la realidad si es mi voz la que compone la voz de la realidad? La apreciación sobre el grado de influencia que tiene mi voz en la composición de la voz de la realidad varía entre los diversos fenomenólogos, pero todos ellos hablan de la mediación de la tradición en la apreciación del fenómeno. La epoché busca, que a pesar de tener esta mediación, ir más allá de las mediaciones, utilizando precisamente esta mediación. Por tanto, decir cosa o mundo es hablar de presupuestos que son condición de posibilidad de comprensión y de apreciación. No sólo del mundo que hemos ya construido y nombrado, sino también de ese otro mundo que parece habitar en las profundidades y que queremos alcanzar con nuestro pensamiento. Ese mundo que es la fuente de de las cosas desconocidas y también de las cosas conocidas.

Posteriormente, Xavier Zubiri llegó a llamar a este acervo «simbólico»: logos. El logos, según este autor, está compuesto por fictos, preceptos y conceptos que funcionan como herramientas para solidificar conocimiento que se ha obtenido previamente y este a la vez funciona como trampolín del cual se sirve la razón para encontrar lo que es la realidad «en profundidad». Como tal, el logos no es simplemente un acervo, porque como tal es un simple momento intelectivo que es parte de un acto, el de intelegir la realidad. Así, por ejemplo, en relación con la Aprehensión Primordial de la Realidad (APR), que son sus palabras para llamarle a la intuición sensible, la labor del logos es el de fijar toda esta realidad que se nos presenta con una amplia riqueza y movilidad de tal manera que podamos conceptualizarla y pensarla. En relación con la razón es más bien un mapa que nos indica una ruta para tratar de llegar hacia algún lugar, una dirección que seguir para encontrar lo que las cosas son en profundidad. Como bien lo dice Gadamer, los supuestos no son nada que van en detrimento del conocimiento, al contrario, son condición de posibilidad para tener conocimiento y generar a la vez, nuevo conocimiento,

Otra de las dificultades con las que se topa la fenomenología es el hecho de que es precisamente el estudio de los fenómenos. Por fenómeno se entiende aquello que se nos aparece a la conciencia como se nos aparece. Hablar de fenómenos, por ello, es hablar de algo como algo, es decir, un fenómeno que se nos presenta de una manera particular.

La fenomenología dice que ella estudia las esencias. Esencias no en el sentido que lo entendía Aristóteles, como aquello que hace que la cosa sea lo que es; concepción impregnada de una tanto de realismo, de una idea de que la cosa que ya es lo que es, puede seguir siendo lo que es independientemente de la conciencia. La fenomenología es el estudio de las esencias, pero entendidas de una manera diferente. Kant, una centena de años antes había escindido terriblemente la realidad. Había hecho del mundo uno dual: El de los fenómenos, uno cognoscible, probablemente falso, insuficiente, representado y teatralizado y mediado por las categorías del entendimiento; el otro, el del noúmeno era incognoscible pero verdadero, más allá de todo conocimiento que se pudiera llegar a tener de él, menos este conocimiento mismo, a saber, el de su existencia. Este fue el mundo que recibió Husserl. Escindido entre lo falaz y lo puro. Pero Husserl llegó a ser el reivindicador del mundo. Nos dijo que en realidad sí podíamos estudiar las esencias, pero estas eran diferentes de cómo las había pensado la tradición. Las esencias se encontraban en el mundo fenoménico y no más allá de él. Lo constituyen y hablaban de él, aunque sea de una manera inacabada. Estas esencias, las “…esencias de Husserl deben arrastrar consigo todas las relaciones vivientes de la experiencia, como la red trae del fondo del mar los palpitantes peces y algas” . Por tanto las esencias no son lenguaje, o maneras de hablar y conceptualizar el mundo, pues son ellas mismas las que son el punto de partida de todo hablar y conceptualizar, hacia aquellas se dirige toda palabra o concepto. Tienen una manera de presentarse, y es esta manera misma la que tenemos que estudiar, para estudiar a la conciencia y a los fenómenos que se aparecen en ella.

El método fenomenológico nos invita a abrir la conciencia para recibir la realidad con su infinita e inacabable profundidad. No es que no lo hagamos normalmente, pues de ser así no podríamos tener conciencia del mundo, pero es precisamente por el percibir constante que nos ha acostumbrado, arrebatándole lo misterioso y rico del mundo a la conciencia. Algo así como aquel que tras haber usado las gafas durante un largo periodo olvida que las trae puestas. La reducción propuesta por Husserl pretende ver los ojos con los que vemos la realidad. Es la búsqueda incansable de lograr una reducción trascendental a través de una reducción eidética la que nos lleva a tratar ver la realidad sin prejuicios para volver a los orígenes de la filosofía, que como sostenían Platón y Aristóteles, nacen del asombro. Es volver a esa realidad que es en sí misma sorprendente. Es, como lo describe Xavier Zubiri, este impulso de ver lo diáfano, lo ultra obvio. Este es el estudio de las esencias, ver lo que vemos; entender lo que entendemos; percibir lo que percibimos; tener conciencia de la conciencia. Acceder al fenómeno, desde el fenómeno mismo.

La dificultad estriba en la manera de aparecer del fenómeno. Siempre se nos aparece algo como algo. Y esta es una dificultad no sólo de la fenomenología sino de conciencia en general. Una esencia, que podría parecer lo más nuclear en nuestro pensamiento, se ve necesariamente remitida a las demás esencias. Un fenómeno, por más puro que podamos llegar a verlo, será necesario verlo a la luz de otros fenómenos y estos a la luz del mismo fenómeno en cuestión. Es el problema de lo universal y lo particular que ha preocupado a la filosofía por un largo tiempo. Para pensar e inclusive vivir las esencias tenemos que remitirnos a otras. ¡Al ir hacia las cosas mismas tenemos que ir necesariamente hacia otras cosas! Por ello Heidegger se remitía no sólo al Lebenswetl de Husserl, sino también al Dasein porque él era del pensar que en la búsqueda por el significado de una cosa, o de un fenómeno, al remitirnos a otras cosas, estas a la vez nos remitirían a más, y así sucesivamente, hasta quedarnos perdidos en la búsqueda. El único método posible para encontrar el ser, era del preguntarle al Dasein, a aquel quien su ser no le va, sino que lo construye y lo cuida.

El impulso fenomenológico como manera de estudiar la realidad es uno que pretende analizar la conciencia y la manera en cómo se nos presenta la realidad ante aquella y como desde esta conciencia nos dirigimos hacia la realidad para tratar llegar a saber lo que son las cosas es profundidad (Zubiri). Pero ¿acaso la fenomenología sólo puede llegar a hacer eso? Es decir, aspirar a las profundidades dejando de lado los variopintos mundos en los cuales habitan mientras se está buscando una profundidad anunciada proféticamente? ¿Dónde quedan nuestros mundos? ¿Sólo como un camino recorrido que dejó dibujado la marcha de la intelección?

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